domingo, 5 de junio de 2011

El comienzo de un proyecto

No sé si fue viendo los documentales de los sábados, o paseando por los campos amarillos de Parla, lo que sí sé es que era una niña y escuché una voz, que me llamaba desde más allá del Sáhara. Yo le contestaba: "Algún día iré, no te olvides de esperarme". Y tuvieron que pasar más de dos décadas para cumplir mi promesa.

Pero una vez que conocí África, las raíces de sus baobabs me enradaron para siempre. Muchas cosas me enamoraron del continente: los animales, los amaneceres, su ritmo, su música, la gente. La gente corriendo descalza junto a las carreteras. La gente sonriendo. La gente corriendo y sonriendo. ¿Cuántas veces había visto antes correr con tanta naturalidad?


Y así fue como en mi próxima visita a África quise devolver un poco de toda la felicidad que Ella me había entregado antes. Quise enseñar aquello que yo llevo haciendo desde muy pequeña: atletismo. Y ella me dio una nueva lección: me enseñó a vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario